Campeonato de 10.000 m. Mar del Plata

El día que en una carrera llegué último>
Estuve dos semanas para subir esta verdad, ya era hora, acá va. Llegué último.
No hay trucos, no me lesioné, ni me descompuse, ni corrí mal. Tampoco me perdí o me desmayé. Hice mi mejor carrera y fui el último en cruzar la línea. Llegué y se acabó la carrera.
Incluso me llevé los merecidos aplausos que siempre se le dan al último; en parte como premio consuelo, en parte para que cruce de una buena vez y se pueda continuar con el evento.
¿Qué pasó?
Simple: todos, todos eran más rápidos que yo.
Podría decir que todos eran muy buenos. Pero eso es tan relativo. Somos buenos o malos dependiendo con quien nos comparemos. Lo objetivo es que de los 16 atletas que terminamos estos 10.000 m, yo fui el último con una marca 32m59s.
El resto corrieron todos en 32 minutos o menos, incluso los tres primeros corrieron en menos de 30 minutos, que no está tan mal.
Ahora, ¿qué pasó que el más lento hizo 32m? ¿había mucho viento a favor? ¿fue todo en bajada?
No. Fue el Campeonato Nacional de 10.000 m, una competencia a la cual cada federación provincial envía su mejor equipo, formado por un máximo de 4 atletas y con una marca mínima de 32m30s en el último año. Y yo entré con lo justo.
Con una marca de 32m11s de octubre, estaba 6to en la lista de la Federación Atlética Metropolitana. Se bajaron un par y me convocaron una semana antes de la competencia. No estaba en mis planes, pero no me iba a perder por nada del mundo la oportunidad de largar junto a los mejores del país, una carrera con solo los mejores y yo.
Como verán no es tan sencillo estar en esa competencia, y se me dio en pensar que con 36 años y entrando como segundo suplente quizás no haya tantas posibilidades de volver el año que viene. También vi que en la lista de convocados de todo el país yo era el segundo más grande (para no decir más viejo). ¿Y si fuese la última vez en mi vida que puedo estar con los mejores? Solo los mejores y yo.
No lo sé, nadie lo sabe. Pero así la corrí. Pensando cada una de las vueltas -que son 25 a la pista de atletismo-, disfrutala que te queda una menos acá y quizás se la última. Quizás. Última.
Hice mi mejor esfuerzo, pude engancharme con los últimos solo hasta el km 3 y luego fui todo en solitario, pasé el km 5 en 16m31s y terminé la segunda mitad den 16m28s. Fui parejo y puse todo lo que tenía.
La punta de la carrera fue una locura, con un final de película y dentro de la pista el griterío del público crea un circo romano. Menos mal que no había león, porque sino al primero que se comía es a mí.
Pero de la punta y su desconocido ganador les voy a contar en una nota para LA NACION esta semana.
Sí les digo que entre todo el aliento los flashes y las filmaciones que se llevaba la punta, yo seguía disfrutando cada vuelta, haciendo lo mejor posible.
Y en cada vuelta, solo, último, sin chances, había un par que siempre me alentaban. Uno era Leonardo Malgor, entrenador de múltiples atletas olímpicos y gran anfitrión en la pista de Mar del Plata, donde girábamos los primeros y los últimos. El otro es el señor de la foto, Juan Mouro, quien junto a Claudia Flaviana Taramazzo Prorun me acompañan desde hace muchos, muchos años. Pero no sólo cuidando mis pies con sus plantillas. Sino alentando en serio, cada año, cada vuelta, al costado de la pista, gritando, a lo largo de 25 giros, por más de media hora.
Llevo ganadas unas 40 carreras, son unas 5 por año. Esta fue la primera, en poco más de 100 corridas, que salgo último.
No puedo asegurar que recuerde las 40, lo que estoy seguro, es que jamás olvidaré la que quizás sea la última vez que corrí solo con los mejores, los mejores y yo. Y salí último.

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